Santa María Alacoque
Santidad pasada por agua
El camino de los santos está sembrado de rosas, pero de las que tienen espinas muy grandes.
Santa María vio el Sagrado Corazón de Jesús y recibió sus mensajes, pero esta elección por parte del Señor, le fue motivo de gran sufrimiento. La acusaban de visionaria, endemoniada y muchas cosas más. Pero aunque no le molestaba la opinión ajena, sí llegaron a generarle conflictos internos por el respeto y confianza que depositaba en la autoridad de sus superiores y teólogos.
Cada vez más crecía la oposición aún dentro del convento contra Margarita. Había significativos movimientos de cabeza, miradas reprobatorias y muecas. Algunas pensaban que una visionaria venía ser como la personificación de todo un escuadrón de demonios, un peligro evidente y una gran amenaza para todas. Llegó hasta tal punto, que las hermanas empezaban a rociarla con agua bendita cuando pasaba.
Pero, no obstante las angustias internas, ella conservaba una profunda confianza porque el señor le había prometido que su obra triunfaría a pesar de todos los obstáculos. Luego de un largo tiempo llegaría un hombre de estimada santidad y sabiduría que la escuchó y acreditó sus palabras y visiones, fue el sacerdote jesuita san Claudio de la Colombiere. Y por fin dejó de secar su hábito de agua bendita con que la rociaban a sus espaldas.
Santos Natalia y Aurelio
Para animar al prójimo
Sólo vale la pena vivir por aquello que valdría la pena morir.
Santa Natalia de Córdoba nació en esta ciudad alrededor del 825, en plena dominación musulmana. Reinaba entonces el emir Abderramán II, el mismo que desató una persecución contra los cristianos.
Momento en que San Aurelio es degolla- do y pasa al encuentro del Padre Eterno |
Los padres de Natalia eran mahometanos. Su padre falleció cuando era muy pequeña y la madre se casó en segundas nupcias con un cristiano que logró convertirla. Natalia fue educada cristianamente y casada con Aurelio, un muchacho con profundas convicciones cristianas (de madre cristiana y padre mahometano pero educado por una tía cristiana), pero en la clandestinidad, para evitar las persecuciones. Ambos, habiendo asistido al martirio de Juan, creyeron que tenían que se más valientes y practicar su religión en público para animar a los demás cristianos, evitando así que se pasaran al islam, la religión oficial en aquel momento y lugar.
Pronto les tocó a ellos el turno del martirio. Fueron prendidos por los ministros del gobernador y conducidos a prisión. Allí, jueces y verdugos intentaron por todos los medios que renegasen de su fe. Pero ni las promesas ni las torturas pudieron con ellos. Fueron degollados el 27 de julio de 852. Sus cuerpos fueron sepultados y venerados por los cristianos; pero estando muy poco seguros en Córdoba, Carlos el Calvo se ocupó de trasladar seis años más tarde a San Germán (París) el cuerpo de San Aurelio y la cabeza de Santa Natalia.
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