Reflexiones

"Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda la creación" (Mc. 16, 15 - 20)

El último mandato de Jesús a sus Apóstoles lo recoge y transmite San Marcos de una manera inequívoca. "Id" es un imperativo que no tiene excusas. Los Doce fueron llamados, formados y ejercitados para obedecer al Señor. No podían quedarse quietos gozando de las maravillas de los tres años vividos con Jesús, los cuarenta días después de la Pascua con las apariciones y últimas exhortaciones a los Apóstoles. Ellos fueron llamados y enviados por todo el mundo. El mundo de los hebreos, el de los griegos y demás pueblos. Pedro con su viaje a Roma es un ejemplo de este movimiento. Pablo, el apóstol y misionero por excelencia, aparece con tres importantes viajes en el relato de los Hechos de los Apóstoles.
Continúa la frase del evangelista: "por todo el mundo". Ciertamente era el mundo de las personas, de todas ellas sin exclusión. Eran los pecadores y los pobres, los enfermos y los aquejados por espíritus inmundos, eran aquellas personas destinatarias del Sermón de la Montaña y los protagonistas de las parábolas del Reino. En fin, a todas ellas quienes forman la parte substancial del mundo, la Buena Noticia debía ser proclamada.
"Y proclamad el Evangelio". Debía ser proclamado con solemnidad de convicción, sin falsedades, sin expresiones grandilocuentes porque la Buena Noticia era la presencia de Jesús de Nazareth muerto y resucitado, el Cristo de Dios que debía llegar a todos. Era la proclamación, la convocatoria para un encuentro personal con el Señor, verdadero Dios y verdadero hombre. Convocatoria y proclamación de la Buena Noticia ante la cual ninguna persona puede quedar indiferente. Se le acepta a Jesús y sus enseñanzas o se le rechaza. Se lo hace explícita mente o indiferentemente.
Este mandato solemne no se cierra en las personas, sino que se expande por toda la creación. Porque la creación debe ser redimida por Cristo. Toda ella deberá proclamar en la plenitud de los últimos tiempos que "Jesucristo es el Señor para la gloria de Dios Padre". Así como toda la creación gemía y continúa gimiendo por la permanente presencia redentora del Salvador.
Hoy nosotros somos los discípulos y misioneros enviados por el Padre, llenos del Espíritu Santo. que nos mueve a proclamar la presencia de Jesús, nuestro Salvador, a todas las gentes, en todos los ambientes, a toda la creación. Es la misma misión de Jesús, enviado por el Padre y lleno del Espíritu Santo.

Monseñor Pastor Cuquejo, Arzobispo de Asunción
Mayo 2009