sábado, 17 de noviembre de 2012

Otra argentina beatificada por la Iglesia

María Crescencia Pérez, bonaerense de nacimiento y religiosa del Huerto, que vivió a principios del Siglo XX, subirá a los altares tras comprobarse un milagro de curación obrado por su intercesión. La ceremonia se lleva a cabo en Pergamino, la ciudad que la vio crecer. El Papa envió un cardenal en su representación.

El sábado 17 de noviembre, a las 11, la sierva de Dios María Crescencia Pérez pasó a ser beata de la Iglesia Católica Apostólica Romana. La ceremonia solemne tuvo lugar en el Circuito El Panorámico (Av. Almafuerte y Av. Paraguay), de la ciudad de Pergamino; durante la misa que presidió el cardenal Angelo Amato -prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, en representación del Papa- se leyó la proclama que glorifica a la hermana nacida en la ciudad bonaerense de San Martín. La nueva beata argentina fue una humilde religiosa del Huerto, que dedicó su vida a los necesitados y entregó su vida a Dios en Chile.
Imagen de la misa en que proclamada su beatitud.
A poco más de 60 años de su muerte una mujer marplatense  alcanzó una curación milagrosa por su intercesión. La Iglesia, 17 años después del prodigio y tras estudios detallados, reconoce en él la mano de la sierva de Dios y la eleva al sitial previo a la canonización.

¿Quién fue María Crescencia?

La Sierva de Dios Hermana María Crescencia Pérez nació en San Martín, provincia de Buenos Aires el 17 de agosto de 1897. Provenía de dos familias: los Pérez y los Rodríguez, que partieron de la Galicia española en un barco repleto de emigraciones plenos de esperanza rumbo a Sudamérica. Debido a los momentos agitados que vivía la Argentina por esos tiempos, que hacían alternar partidos conservadores y liberales en el gobierno de las ciudades, sin apoyo alguno, la joven pareja se ve obligada a emigrar a Montevideo.
Están solos. En la capital uruguaya nace su primer hijo, que muere a los tres años. Otro hijo se apaga antes de nacer. Sobreviven Emilio y Antonio. Pero en este país la joven pareja no encuentra horizontes de progreso y deciden retornar a la Argentina.

Nace María Angélica

En San Martín, Buenos Aires, en el frío agosto de 1897, nace una criatura, María Angélica. Al nacer la pequeña, las condiciones de la familia mejoraron porque el padre, ya de treinta años de edad, logra finalmente un trabajo en la Compañía Alemana de Electricidad.
Familia rica en fe y en hijos; nace Agustín, Aída, María Luisa, José María. Pero la joven madre se enferma y las criaturas asustadas la sentían toser en forma continua. Entonces el médico le dice que si no la llevan a un clima más templado, no le aseguraba que pudiese sobrevivir. Y parte hacia Pergamino con las pocas cosas que poseen, todos sus niños y una profunda fe.
Los chicos crecieron con profundas convicciones religiosas, aunque al templo iban ocasionalmente porque estaban a tres horas de distancia.
"Vivíamos nuestra pobreza con alegría; cada pequeño suceso nos entusiasmaba. No conocíamos demasiado, no añorábamos la falta de tantas cosas... El ejemplo de nuestros padres simples y fuertes, ricos en fe y en amor, nos hacía crecer laboriosos. Tío José, hermano de mamá nos ayudaba, indicándonos una y otra posibilidad de trabajo sugiriéndonos una y otra posibilidad de trabajo, sugiriéndonos un patrón dispuesto a acogernos...", recordaban. La mayor parte del ciclo primario lo cursó en el Hogar de Jesús, de Pergamino. También allí se recibió de maestra de Labores.

Vocación religiosa

Su vocación religiosa, que había ido creciendo a lo largo de estos años, alcanzó la máxima expresión cuando el 31 de diciembre de 1915 ingresó en el Noviciado de las Hermanas del Huerto, en Buenos Aires. Recibió el hábito el 2 de septiembre de 1918, en circunstancias en que moría su padre, don Agustín Pérez. La  nueva religiosa que no deseaba otra cosa que agradar a Dios con una vida santa y ser instrumento suyo para salvar a los hombres, se entregó totalmente a su misión, como Hija de la Caridad, haciéndose "Toda para Todos", en obediencia perfecta y en Caridad ilimitada.
Los primeros años de su vida religiosa los dedicó a la niñez. Se desempeño como maestra de Labores y Catequesis, en primer lugar en la Escuela Taller adjunto a la Casa Provincial y después  en el Colegio del Huerto de Buenos Aires, en la calle Rincón.

En Mar del Plata

Una segunda etapa de su vida tuvo como destinatarios a los enfermos. Comenzó esta misión en el Sanatario Marítimo de Mar del Plata (Solarium), lugar dedicado exclusivamente a la internación y atención de niños afectados de tuberculosis ósea.
Allí permaneció tres años. Como su frágil salud comenzó a declinar rápida y seriamente, sus superiores decidieron enviarla a un lugar donde el clima le ayudase a recuperarse.

Última etapa: Chile

Eligieron para ello Vallenar, un pueblo de apenas seis mil habitantes en la República de Chile, donde las Hermanas del Huerto atendían en el Hospital desde 1915. En el año 1928, la Hermana María Crescencia visitó por última vez Pergamino para despedirse para siempre de los suyos. Poco después acompañada por la Madre Provincial viajó a Chile, donde transcurrió la última etapa de su vida, ya que cuatro años después de su llegada entregó su alma a Dios, en Vallenar, luego de una vida heroica en la virtud.
En el momento en que María Crescencia llegaba a Vallemar bien puede decirse que las Hermanas del Huerto estaban escribiendo una página de oro de la Congregación en América.
A pesar de lo mucho que le costó dejar su Patria, su familia y su comunidad, María Crescencia vio claramente la voluntad de Dios en las palabras de su Superiora y con gusto aceptó lo que Él le pedía. Ella había dicho: "Por cumplir la voluntad de Dios iría al fin del mundo". Vivió en Vallenar entregada totalmente al servicio de sus Hermanos enfermos, dentro de la alegría de la vida comunitaria y creciendo incesantemente en el Amor de Dios a quien había consagrado su vida, hasta llegar a decir: "Señor, que te ame tanto como te amas a ti mismo".
Ante el progreso y gravedad de su enfermedad, fue internada durante tres meses en un hospital cercano a Vallenar, totalmente aislada para evitar el contagio. Pero las últimas semanas de su vida las pasó nuevamente en Vallemar, en su comunidad, edificando a las Hermanas con su serenidad y profunda paz interior.
Con verdadera piedad recibió el Santo Viático, rodeada de su Superiora y Hermana, mientras rezaba con los presentes las oraciones de los agonizantes. Finalmente dijo sonriendo: "Padre... en tus manos encomiendo mi espíritu". Así murió santamente, el 20 de  mayo de 1932.

El milagro que la lleva a ser beata

María Sara Pane nació en Mar del Plata, en 1972. Actualmente vive en el Gran Buenos Aires. A principios de 1995, durante unas vacaciones en Córdoba, ella, su hijo de tres años y su hermano se contagiaron de hepatitis A. Tanto su hijo como su hermano sobrellevaron satisfactoriamente la enfermedad en el corto plazo, Sara, en cambio, debido a las complicaciones de la diabetes que padecía desde la infancia, fue agravándose; y llegó hasta el umbral de la muerte. Estuvo internada casi dos meses en el Hospital Aeronáutico en Buenos Aires, hasta que según ella, los médicos le dijeron a su padre que le quedaba tan sólo unos tres días de vida. La sumaron a la lista de emergencia nacional para trasplante de hígado, y la trasladaron al Hospital Italiano de la misma ciudad.

La curación de la enfermedad

Este es el relato de Sara sobre su curación milagrosa: "Una mañana, estando siempre en la cama de terapia intensiva, aislada del resto de los otros pacientes, me estaba preparando para una biopsia de hígado (...) en el momento en que abrí los ojos, vi una estampita de la Hermana María Crescencia que me había llevado una Hermana del Hospital, comencé a hablarle como quien se eleva a lo más celestial o le habla a una madre. Recuerdo que al sentirme tan mal y como presintiendo mi último fin, pedí con toda el alma por mi salud, sí, pero mucho más por mi hijo, para que me concediera, desde el cielo donde ella se encuentra, todo lo necesario para que creciera sano y fuerte y llegara a ser hombre de bien.
El 2 de abril me trasladaron al Hospital Italiano donde me practicarían el trasplante. Entendí que mi estado era sumamente grave. A los dos o tres días, con gran sorpresa de los médicos les dije que tenía hambre. Ciertamente que no querían darme nada pero ante mi insistencia un médico me dio media galletita. Durante el día y luego de la evaluación médica, al ver mi evolución tan favorable, me dieron el desayuno.
A partir de entonces mi salud fue mejorando tan rápidamente que el 12 de abril me dieron el alta. Uno de los médicos que debía hacerme el trasplante no realizado dijo a mi padre y a mí, que era la primera vez que veía que la ciencia y el milagro se juntaban" (Tomado de la obra María Crescencia Pérez, la Violeta del Huerto, San Nicolás, Centro de Difusión del Santuario María del Rosario de San Nicolás, 2010, págs. 186-188).

Su cuerpo se conserva intacto

Panteón donde se conserva el cuerpo incorrupto de la
Beata María Crescencia 
Cuando la comunidad del Huerto dejó Vallenar, la población no quiso que se llevasen el cuerpo de quien llamaban "La santita". Por eso quedó allí 35 años, hasta que el 8 de noviembre de 1966 la Congregación dispuso el traslado de sus restos a Quillota. Provista de una pequeña urna, abrieron el ataúd para reducir sus restos, pero encontraron intacto y en perfecta conservación su cuerpo y su santo hábito. Toda la ciudad de Vallenar se congregó para constatar este hecho tan singular. Se realizó nuevamente el velatorio y luego fue llevada a Quillota donde descansó 17 años en la bóveda de las Hermanas.
En 1983 se trasladó su cuero al panteón de las Hermanas en Pergamino hasta el 26 de julio de 1986 en que, con motivo de la apertura del proceso diocesano en orden a su beatificación, se lo traslado a la Capilla del Colegio del Huerto.
El 3 de octubre de 1990 la Sagrada Congregación para las causas de los Santos abrió el proceso en Roma. Su tumba es constantemente visitada por numerosos peregrinos que de todas partes del país vienen a venerar sus restos, a pedir ayuda o a agradecer sus favores. La incorruptibilidad es como un primer indicio que Dios utiliza para manifestar su especial amor hacia alguno de sus hijos. Un fenómeno similar se ha producido con diversos santos de la Iglesia y ello siempre genera el impulso de pensar que se está ante un nuevo caso de los amigos de Dios que merecen ser llevados a los altares para testimonio y ejemplo de sus congéneres.

Otros posibles prodigios

La Congregación de las Hermanas del Huerto tienen una hoja informativa en la que, en cada edición, se van dando, diversos informes sobre la vida de la Hermana Crescencia, sobre el proceso de beatificación y otros elementos vinculados. También se publica una síntesis de las gracias recibidas por los fieles. De las mismas, hay al menos tres, en las que se ha pensado que María Crescencia podría haber intercedido ante Dios obteniendo una gracia especial. Una de ellas ocurrió en Chile, donde una persona fue curada de un cáncer. Otro caso fue de leucemia, donde el enfermo se curó en cinco días.
En otro caso hubo una curación de cirrosis hepática. Pero en todas ellas, la dificultad radica en los elementos probatorios, sobre los cuales, la Iglesia tiene una particular exigencia. Antes de iniciar un proceso sobre milagro presunto, se deben remitir las primeras constancias a la Santa Sede, y sólo si ésta considera que "prima facie", las mismas son convincentes, puede iniciarse el proceso sobre el milagro presunto.

¿Qué se exige para reconocer los milagros?

Tratándose de curaciones, la Iglesia establece al menos tres requisitos para que se pueda comenzar a pensar que un hecho pueda considerarse de carácter milagros. Ellos son:
a) curación total, es decir que no basta una leve o importante mejoría en la enfermedad, se requiere que no queden dudas acerca de que la curación ha sido completa.
b) instantánea: es decir, que la curación debe ser inmediata, en relación con el pedido de intercesión.
Lógicamente que, cuando un creyente pide algo a Dios mediante la intercesión de la Virgen o de un Santo, queda a la espera de una respuesta sobrenatural que este por encima de las leyes de la naturaleza, de modo que, quede descartada la acción de los medicamentos o de los tratamientos médicos en general. Por lo que, las acciones sobrenaturales que llevan a una sanación suelen irrumpir, de modo abrupto, produciendo el efecto solicitado por el creyente.
c) irreversible: en principio, la curación que procede del plano sobrenatural no admite rebrote de la enfermedad. Es decir, la curación lograda ha de ser permanente. Por ejemplo, en el caso del cáncer se requiere que transcurran cinco años para tener la certeza de que el mal no retornará.
En el caso de Sara Pane, la Santa Sede ha dado por cumplido estos tres requisitos.