sábado, 5 de abril de 2014

La época de Carlomagno

Se celebraron el 27 de enero pasado las 1.200 años de la muerte de Carlomagno, el gran emperador cristiano fundador de Europa.


Los árabes, que seguían avanzando, fueron derrotados en Poitiers (Francia) el año 732 por Carlos Martell, uno de los mayordomos de los reyes merovingios. A Carlos Martell lo siguió su hijo su hijo Pipino el Breve, a quien el papa Bonifiacio coronó y reconoció el derecho de sucesión para sus hijos. Los últimos merovingios fueron llamados reyes holgazanes, ya que rehusaron reinar y delegaron el oficio a los mayordomos, por eso Pipino se hizo coronar por el Papa, hecho único que demostraba que el Pontífice tenía poder de conferir autoridad, y a su vez el nuevo Papa, Zacarías, al verse amenazado por los longobardos, pidió ayuda a Pipino, con lo cual el beneficio fue mutuo. Éste, al frente de un ejército, bajó a Italia, los derrotó y entregó al Papa un territorio que incluía Ravena y otras ciudades. Era el año 756.
Con esta donación, nacen los Estados Pontificios que se mantendrán hasta el año 1870. El Papa es y aun soberano, pero dentro de la órbita del rey de los francos y se sitúa en una posición delicada frente al emperador de Constantinopla.


Coronado emperador por el Papa

Carlomagno prosigue la política de su padre, refuerza la unidad de Europa occidental, rechaza a los árabes en el norte de España y extiende su reino por el Este, convirtiendo por la fuerza a los sajones. Salió a la defensa del papa León III, apoyó a la Iglesia y con su fuerte personalidad ejerció enorme influencia sobre su época. De hecho, impone sus ideas al papado. Y el día de Navidad del año 800, el Papa le entrega la corona imperial en la basílica de San Pedro con la famosa dedicatoria: "A Carlo piísimo y augusto coronado por Dios, grande y pacífico emperador, vida y victoria".


Imperio carolingio

Nacía el Sacro Imperio, intento de continuación del antiguo Imperio Romano de Occidente, con sede en Aquisgrán. En este período se produce el llamado renacimiento carolingio, del que fue artífice, junto al soberano, una selecta minoría de eclesiásticos versados en letras sagradas y profanas, y de procedencia muy diversa. Esta diversidad acreditaba la amplia capacidad integradora de hombres y de pueblos característica de la obra carolingia. Entre ellos hay que nombrar al inglés Alcuino de York, el más ilustre de todos, creador y director de la escuela palatina. También sobresalieron el visigodo Teodulfo de Orleáns, el germano Eginardo, biógrafo de Carlomagno y más tarde, Agobardo de Lyon, Rabano Mauro, Jonás de Orleáns, etc.

Estilo de gobierno

Carlomagno hizo de la propagación de la fe y de la civilización cristiana el principio rector de su acción política. Por ello, sin distinguir entre el ámbito de lo espiritual y de lo temporal, consideró como misión suya cuanto podía redundar en provecho de la Iglesia y de la cristiandad. Intervino en cuestiones que afectaban al dogma, como la condena del adopcionismo, que Elipando, arzobispo mozárabe de Toledo, defendía. Según esta herejía, Cristo en cuanto hombre, era solo hijo "adoptivo" del Padre.
La cuestión del culto de las imágenes, tan viva en el Imperio Bizantino, fue también tratada en el cocilio de Frankfort y motivó la redacción, a instancias de Carlomagno, de los llamados Libros Carolinos. En fin, la introducción en el Credo de la expresión Filioque, originaria de la Iglesia Visigótica, hecha por orden de Carlomagno, es una prueba más de su preocupación por la defensa de la doctrina ortodoxa. 

Francia, hija primogénita de la Iglesia

El emperador, pues, se convertía en protector y garante de la incolumidad y de los intereses del Papa y de la Iglesia. Por otra parte, el Pontífice otorgó a Francia el título de "hija Primogénita de la Iglesia". El gran designio de Carlomagno fue desarrollar una auténtica "política cristiana", que abarcase toda la extensión de sus dominio y todos los aspectos de la vida de sus súbditos. Carlomagno estaba profundamente penetrado por el sentimiento de la gran misión que le tocaba cumplir en el mundo. La Ciudad de Dios, de San Agustín, era su libro preferido, el que inspiraba su filosofía política, y él mismo se consideraba como instrumento de Dios para poner por obra los disignios divinos sobre la Iglesia y la Cristiandad.

Roma y Constantinopla

Estos hechos tuvieron una contrapartida; ahondaban más la división que desde hacía tiempo se venía dando entre Roma y Constantinopla, tanto en el orden doctrinal como disciplinar. Y es que Constantinopla consideró a Carlomagno como un usurpador del título imperial. Durante varios siglos el único emperador había sido el de Constantinopla, que era coronado por el patriarca de esa ciudad y a su vez se entrometía en los asuntos de la Iglesia en Oriente. Ahora en Occidente surge el Sacro Imperio Romano, cuyas dos autoridades son el Papa y el emperador. Podemos decir que con Carlomagno se restablece el imperio en Occidente y que la Iglesia de Roma cuenta con un apoyo político y militar para su obra religiosa. Más aún, con la donación de Pipino y el apoyo de Carlomagno, el Papa cuenta con sus propios territorios, los Estados Pontificios o Patrimonium Petri.

Resumiendo


  • Carlomagno reforma la Iglesia franca, escoge juiciosamente a los obispos, que considera como altos funcionarios. Para el clero secular, favorece la fundación de comunidades de canónigos. Restablece la elección del abad por los mismo monjes.
  • Introduce e impone los libros de la liturgia romana. Pero dicha liturgia para los fieles que no comprendían el latín se convierte en algo misterioso y sagrada. El pan natural es sustituido por el pan ázimo.
  • Es también el iniciador de una renovación intelectual. En su corte reúne a los grandes talentos de su tiempo, la mayor parte monjes. Se intenta restaurar el latín clásico, el estudio de la Escritura, de los Padres y de la liturgia. Talleres de copistas ofrecen numerosos manuscritos, importantes por su hermosa caligrafía y sus ricas miniaturas. Esta renovación produce sus frutos a comienzos del siglo IX. Se fundaron las escuelas palatinas que hicieron renacer la cultura y el arte. El monje anglosajón Alcuino será el principal promotor de la renovación, desde la corte del emperador. 

Expansión del Evangelio

La época carolingia no fue tan solo un período de reforma eclesiástica y de promoción espiritual de los pueblos ya cristianizados. Fue también una época de expansión misionera entre las tribus germánicas que todavía permanecía paganas.
En el siglo VII los intrépidos misioneros celtas habían sido los principales agentes de penetración cristiana entre los pueblos del centro de Europa. En el siglo VIII fueron misiones anglosajones los que recogieron la antorcha y prosiguieron la evangelización de la Germania pagana.
En esta tarea contaron siempre con el valioso apoyo de los mayordomos del palacio y luego de los reyes carolingios. Así el monje inglés Wilibrordo trabajó durante muchos años con buen fruto entre los frisios y fue su primer arzobispo con sede en Utrecht; por tanto desde Holanda a Dinamarca sembró la semilla del Evangelio. Su obra fue continuada por otro misionero inglés, Winifrido, más conocido por el nombre de Bonificio, que sin duda puede considerarse como el gran apóstol de Germania. Para consolidar su obra fundó monasterios, el más famoso de los cuales fue el de Fulda. El Papa Gregorio III le concedió poderes para erigir diócesis y nombrar obispos.
Solo quedaban por evangelizar los sajones del duque Windukindo. Le tocó a Carlomagno promoverlo, pues ya Bonifacio había muerto. Y con la conversión de los sajones llegaba a su término el proceso de cristianización de los germanos, si se exceptúa a los pueblos escandinavos. La misión nórdica le tocaría a Ludovico Pío, en el año 822, junto con el monje Anscario de Corbie.