Solamente conmotivo de hablar de su amigo Juan Pablo II en circunstancias de su cononizacion, Benedicto XVI rompió su silencio autoimpuesto en una entrevista con el peridista polaco Wlodzimierz Rezioch.
El Papa teólogo naturalmente es el más capacitado para hacer apreciaciones sobre las elaboraciones intelectuales de San Juan Pablo II, veamos cuáles y también conozcamos otras facetas de la personalidad del nuevo santo.
Espiritualidad del Papa polaco
"La espiritualidad del Papa se caracterizaba sobre todo por la intensidad de su oración y, por tanto, está profundamente arraigada en la celebración de la Santa Eucaristía y hecha junto a toda la Iglesia con la recitación del Breviario.
En su libro autobiográfico Don y Misterio se puede ver cuánto el sacramento del sacerdocio ha determinado su vida y su pensamiento. Así su devoción no podía nunca ser puramente individual, sino que estaba siempre llena de preocupación por la Iglesia y por los hombres. Todos hemos conocido su gran amor por la Madre de Dios. Donarse por entero a María significó ser, con ella, todo para el Señor.
La fama de santidad de Wojtyla en vida
Que Juan Pablo II fuera un santo, en los años de colaboración con él me ha parecido cada vez más claro. Sobre todo hay que tener en cuenta naturalmente su intensa relación con Dios, su estar inmerso en la comunión con el Señor, de la que acabo de hablar. De aquí venía su alegría, en medio de las grandes fatigas que debía pasar y la valentía con la cual cumplió su tarea en un tiempo realmente difícil. Juan Pablo II no pedía aplausos, ni miró nunca alrededor preocupado por cómo sería acogidas sus decisiones. Él ha actuado a partir de su fe y sus convicciones y estaba preparado también para sufrir los golpes.
La valentía a la verdad es a mis ojos un criterio de primer orden de la santidad. Sólo a partir de su relación con Dios es posible entender también su incansable compromiso pastoral. Se posicionó con una radicalidad que no puede ser explicad de otro modo.
Su compromiso fue incansable, y no solo en los grandes viajes, cuyos programas estaban cargados de encuentros, desde el inicio hasta el final, sino también día tras día, a partir de la misa matutina hasta la noche tarde. Durante su primera visita a Alemania (1980), por primera vez tuve una experiencia muy concreta de este enorme compromiso, Para su estancia en Munich, decidió que debía tomarse una pausa más larga a medio día. Durante ese intervalo me llamó a su habitación. Le encontré recitando el Breviario y le dije: "Santo Padre, debe descansar"; y él contestó: "puedo hacerlo en el cielo".
Solo quien está lleno profundamente de la urgencia de su misión puede actuar así. Pero debo honrar también su extraordinaria bondad y comprensión. A menudo habría tenido motivos suficientes para culparme o poner fin a mi encargo como prefecto. Y aún así me sostuvo con una fidelidad y una bondad absolutamente incomprensibles.
También aquí quisiera poner un ejemplo. Frente a la tormenta que se había creado en trono a la declaración Dominus Iesus me dijo que durante el ángelus pretendía defender sin equívoco el documento. Me invitó a escribir un texto que fuera, por así decirlo, hermético y no permitiera ninguna interpretación diversa. Debía emerger de forma del todo inequívoca que él aprobaba el documento incondicionalmente. Por tanto, preparé un breve discurso; no pretendía, sin embargo, ser demasiado brusco y así intenté expresarme con claridad pero sin dureza. Después de haberlo leído, el Papa me preguntó otra vez: "¿Es realmente suficientemente claro?" Yo respondí que sí. Quien conoce a los teólogos no se asombrará del hecho de que, sin embargo, después hubo quien mantuvo que el Papa había prudentemente tomado distancia del texto.
La última frase
Mi recuerdo de Juan Pablo II está lleno de gratitud. No podía y no debía intentar imitarlo, pero he intentado llevar adelante su herencia y su tarea lo mejor que he podido. Y por eso estoy seguro de que todavía hoy su bondad me acompaña y su bondad me protege.
Encíclicas
Creo que son tres las encíclicas de particular importancia. En primer lugar, quisiera mencionar la Redemptor Hominis, la primera encíclica del Papa, en que ha ofrecido su síntesis personal de la fe cristiana. En segundo lugar, la encíclica Redemptoris Missio. Por último cabe citar la encíclica sobre problemas morales Veritatis Splendor.
La Constitución del Vaticano II sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo, frente a la orientación de la época, prevalentemente iusnaturalista de la Teología moral, quería que la doctrina católica sobre la figura de Jesús y su mensaje tuviera fundamente bíblico. Esto se intentó a través de indicaciones durante un breve período, después se fue afirmando la opinión que la Biblia no tenía moral propia para anunciar, pero se dirigía a los modelos morales en ocasiones válidos. La moral es cuestión de razón, se decía, no de fe.
Presupuestos antropológicos
Desapareció así por una parte, la moral entendida en sentido de la ley natural, pero en su lugar no se afirmaba ninguna concepción cristiana. Y como no se podía reconocer ni un fundamente metafísico ni uno cristológico de la moral, se recurrió a soluciones pragmáticas: a una moral, se recurrió a soluciones pragmáticas: a una moral fundada sobre el equilibrio de bienes, en la cual no existe ya lo que es realmente mal y lo que es realmente bien, sino sólo lo que, del punto de vista de eficacia, es mejor o peor.
La gran tarea que el Papa tuvo en esta encíclica Veritatis Splendor, fue dibujar nuevamente un fundamento metafísico en la antropología, como también una concretización cristiana en la nueva imagen de hombre de la Sagrada Escritura. Estudiar y asimilar esta encíclica representa un importante y gran deber.
De gran significado es también la encíclica Fides et ratio. Por último, es absolutamente necesario mencionar la Evangelium Vitae, que desarrolla uno de los temas fundamentales de todo el pontificado de Juan Pablo II: la dignidad intangible de la vida humana, desde el primer instante de la concepción".